La iluminación nocturna de las calles afecta en mayor o menor medida a todas las plantas. Con la llegada del otoño se puede apreciar que algunos árboles caducifolios, los más sensibles a la luz, conservan sus hojas por más tiempo si están cerca de una farola. Esto puede traer consecuencias negativas para el árbol, ya que, los árboles no se desprenden de sus hojas por capricho, sino como medida de protección contra el clima invernal.
Los árboles fabrican su alimento en las hojas mediante el proceso de la fotosíntesis y para que esta se realice es necesaria la presencia de agua. Las hojas de un árbol caducifolio no están concebidas para aislar de las bajas temperaturas el agua que hay en su interior. Si el agua llegara a helarse provocaría la muerte de la hoja.
Por otro lado, el viento fuerte propio del invierno causaría más daños en un árbol lleno de hojas que en un árbol con las ramas desnudas. Lo mismo sucedería con la nieve debido a que un árbol con hojas podría acumular tanta que habría mayor riesgo de que se partieran las ramas.
Por estos motivos, cuando los días empiezan a hacerse más cortos los árboles caducifolios se desprenden de sus hojas y quedan preparados para los rigores invernales. Pasarán el invierno inactivos alimentándose de las reservas acumuladas. Pero, ¿qué ocurre si el árbol percibe la presencia de luz día y noche? Es posible que los árboles más sensibles a la duración de las noches no detecten que la llegada del invierno está próxima y no se desprendan de sus hojas a tiempo para afrontar con garantías el hielo, la nieve y el viento.
¿Qué podemos hacer? Desde luego, a nadie le gusta que las calles estén completamente oscuras pero hay que reconocer que en muchas zonas la iluminación es excesiva o poco eficiente. Además, los ayuntamientos deberían esforzarse en sustituir las farolas antiguas por aquellas que solo iluminan hacia abajo y con luz de intensidad y frecuencia menos contaminante. También habría que restringir el alumbrado que no sea necesario como el publicitario y el puramente ornamental. Y lo más importante de todo: educar a los niños para que conozcan y se conciencen sobre la contaminación lumínica.