Cuando empezamos con la granja de lombrices no esperábamos que fuese a ser una actividad tan sumamente enriquecedora. La curiosidad de los niños nos ha llevado a aprender sobre su anatomía, cómo se reproducen, de qué se alimentan, por qué son tan beneficiosas para el suelo, para qué se usan…¡No hemos parado!
Materiales:
- Al menos dos lombrices para que se puedan reproducir. Puedes buscarlas por el suelo en lugares húmedos o simplemente comprarlas (son baratas) en tiendas de deporte. Las encontrarás en la sección de cebos vivos para pesca.
- Un recipiente produndo y transparente preferiblemente de plástico (más seguro para los niños).
- Sustrato para plantas o tierra.
- Arena.
- Hojas secas o verdes.
- Alimento para las lombrices: restos vegetales, posos de té o café, papel…
- Agua.
- Cartulina oscura.
- Cinta adhesiva.
- Tijeras.
- Herramienta para perforar la base del recipiente, por ejemplo, una barrena. (Opcional)
Procedimiento:
- Prepara el recipiente haciendo un agujero (al menos) en su base. El objetivo es hacer un desagüe que permita mantener unos niveles óptimos de humedad. Este paso no es totalmente necesario pero sí recomendable, ya que las lombrices morirían en ambientes demasiado húmedos.
- Llena el recipiente con varias capas de arena, tierra y hojas.
- Añade agua poco a poco. Se trata de que el contenido del recipiente esté húmedo pero no encharcado.
- Suelta las lombrices. Ellas solas se irán hacia el interior del recipiente.
- Haz una funda de cartulina que cubra la superficie del recipiente. Lo interesante es que sea de quita y pon para poder observar las lombrices y los cambios que se vayan produciendo en la distribución de las capas.
- De momento, con las hojas y el sustrato tendrán alimento suficiente. Pasados unos días añade periódicamente pequeñas cantidades de restos orgánicos vegetales (mejor que animales).
Nuestras lombrices provenían de una tienda de deportes. Según el envase, eran Dendrobaena veneta, que aparecen en la base de datos de fauna ibérica del Museo Nacional de Ciencias Naturales: Iberfauna. Como está presente en nuestros ecosistemas, nos quedamos tranquilos de que no estamos introduciendo especies potencialmente invasoras.
Cuando las manipulamos para llevarlas a su nuevo hogar notamos que estaban fresquitas, húmedas y un poco pegajosas. Descubrimos que las lombrices son animales de sangre fría y que por eso su cuerpo se adapta a la temperatura del medio en el que se encuentra. En invierno, cuando el alimento es más escaso, su temperatura desciende y sus corazones (tienen 5) bombean menos sangre, por eso necesitan menor aporte calórico.
Averiguamos que las lombrices, al igual que nosotros, respiran tomando oxígeno y expulsando dióxido de carbono. La gran diferencia es que ellas lo hacen sin pulmones. Realizan el intercambio de gases a través de la piel utilizando el fenómeno de la difusión.
Para que la difusión de los gases pueda llevarse a cabo, su piel debe estar en condiciones óptimas de humedad, por eso segregan esa especie de moco viscoso tan característico. Precisamente en un intento por mantener la humedad en los tarros, en una ocasión se nos fue la mano con el agua. Uno de ellos quedó muy encharcado y las pobres lombrices huyeron despavoridas hacia la superficie. Cuando nos dimos cuenta del error algunas habían escapado. No llegaron muy lejos, las encontramos completamente secas sobre la mesa de la terraza, que es donde estaban los tarros.
Para evitar otro desastre similar hicimos un par de agujeritos en la base de los tarros y problema solucionado.
Gracias a este triste episodio supimos que la respiración (difusión) no puede ocurrir en lugares ni demasiado secos ni demasiado húmedos. Por eso las lombrices salen a la superfice después de una tormenta, huyen del exceso de agua. Esto también explica el no les guste mucho el sol y que prefieran salir por la noche, no quieren que su piel se seque rápidamente. Carecen de ojos y oídos pero son sensibles a la luz y a las vibraciones del terreno, por lo que saben perfectamente cuando emerger de forma segura.
Durante los primeros días no las alimentamos. Habíamos leído que su dieta se compone de restos orgánicos además de hongos y bacterias presentes en el suelo. Supusimos que con los estratos de hojas que habíamos introducido tendrían suficiente por algún tiempo.
Más adelante, supimos que estos animalitos son muy voraces, Aristóteles se refería a ellas como «los intestinos de la tierra». Mientras excavan sus galerías, van tragando todo lo que encuentran en su camino. No poseen dientes, pero al igual que las aves, tienen una molleja que tritura lo que ingieren.
Ya sabiendo el gran apetito que tienen, regularmente íbamos dejando, semienterrados o en la superficie del recipiente, trocitos de piel de melón, de manzana, patata, etc y posos de té y café. Atraídas por los ricos manjares, a veces se asomaban y rápidamente se retiraban moviéndose en sentido contrario.
Después de digerir toda esta cantidad de comida, excretan desechos muy valiosos. Sus heces constituyen un abono natural excepcionalmente rico en nutrientes para las plantas. Tanto es así que la lumbricultura, la producción de lombrices y humus de lombriz, es una actividad actualmente en auge.
El cuerpo de las lombrices está formado por segmentos o anillos, motivo por el que pertenecen al filo de los anélidos. Avanzan por el suelo estirando y contrayendo estos anillos. También pudimos observar una especie de banda abultada con un color distinto al resto del cuerpo. Se trata del clitelio y su función principal es reproductora, ya que allí se producen los capullos en los que se depositan los huevos.
Aunque son hermafroditas, es decir, una única lombriz posee órganos sexuales masculinos y femeninos, no pueden autofecundarse, sino que necesitan el esperma de otra compañera. ¡Y pensar que cuando yo era pequeña los niños creíamos que cortando una lombriz por la mitad acababas teniendo dos!
A simple vista ambos extremos de las lombrices son iguales, sin embargo, en una punta tienen la boca y en la otra el ano ¡que tienen funciones totalmente diferentes!
De vez en cuando quitábamos la cubierta de cartulina y observábamos nuestras lombrices. También notamos que con el transcurso de las semanas los estratos iban desapareciendo. El movimiento de las lombrices estaba mezclando las capas haciendo que el contenido de los tarros fuera más homogéneo. ¡Qué maravilla! Las lombrices, además de producir humus, mezclan el suelo, lo airean, lo descompactan y facilitan la penetración del agua. ¡Son máquinas fertilizadoras!
La verdad es que nos hemos quedado admirados con las habilidades de estos bichillos. Todavía están con nosotros, pero el espacio ya se les está quedando pequeño y pronto tendremos que buscarles un nuevo hogar, quizás en el césped del parque de al lado de casa.
Los padres tienen la responsabilidad de elegir las actividades que según su criterio son seguras para sus hijos. Todas las actividades propuestas en Educaconbigbang deben estar siempre supervisadas por un adulto.